lunes, 10 de septiembre de 2007
Actuación en Murcia
Próxima actuación de Accidents Polipoètics al cicle de Polipoesía del centre municipal Puertas de Castilla de Murcia, el 31 d'octubre de 2007. Seguiremos informando
SLAM POETRY in ROMA
Accidents Polipoètics se proclamaron vencedores del Slam Poetry de Roma, organizado por el festival Romapoesia dentro de las Noches Blancas de la capital italiana. El evento se celebró en el teatro Palladium, el sábado 8 de septiembre de 2007, con masiva presencia de público.
Teatro Palladium de Roma
A petición de Domenico, que asistió al Slam y que nos ha escrito un amable comentario, publicamos uno de los dos poemas que leimos para la ocasión:
ESTO NO ES UN POEMA DE AMOR
Las letras del televisor, el recibo de la luz,
los pantalones de pana, el colegio de los niños,
doce cajas de condones, el sofá y los dos sillones,
la contribución urbana, empapelar el pasillo,
reparar la pianola, doce tiestos de geranios,
el recibo de la luz, la factura del teléfono.
No me digas que me quieres,
¿Quién puso esa conferencia a Australia?
El regalo de tu madre, pasar por el tinte,
doce quilos de patatas, unos zapatos de cuero,
la declaración de la renta, el gato de porcelana,
llamar al fontanero, reparar las goteras,
el ingreso de la nómina, cambiar la tapicería,
pedir hora al odontólogo, hoy no se ha hecho la cama.
No me digas que me quieres,
Hoy no se ha hecho la cama.
Todos esos papeles, no hay ni un libro en su sitio,
hay una mancha en mi traje, no me cosiste la manga,
no encuentro las zapatillas, dile a tu hijo que calle,
hoy no me siento con fuerzas, no queda papel de water,
no queda papel de water.
No me digas que me quieres,
no queda papel de water.
E Esto es un poema
S de amor masticable.
T Esto es un poema
R de amor bailable.
I Esto es un poema
B de amor recambiable.
I Esto es un poema
L de amor intercambiable.
L Esto es un poema
O de amor retornable
Teatro Palladium de Roma
A petición de Domenico, que asistió al Slam y que nos ha escrito un amable comentario, publicamos uno de los dos poemas que leimos para la ocasión:
ESTO NO ES UN POEMA DE AMOR
Las letras del televisor, el recibo de la luz,
los pantalones de pana, el colegio de los niños,
doce cajas de condones, el sofá y los dos sillones,
la contribución urbana, empapelar el pasillo,
reparar la pianola, doce tiestos de geranios,
el recibo de la luz, la factura del teléfono.
No me digas que me quieres,
¿Quién puso esa conferencia a Australia?
El regalo de tu madre, pasar por el tinte,
doce quilos de patatas, unos zapatos de cuero,
la declaración de la renta, el gato de porcelana,
llamar al fontanero, reparar las goteras,
el ingreso de la nómina, cambiar la tapicería,
pedir hora al odontólogo, hoy no se ha hecho la cama.
No me digas que me quieres,
Hoy no se ha hecho la cama.
Todos esos papeles, no hay ni un libro en su sitio,
hay una mancha en mi traje, no me cosiste la manga,
no encuentro las zapatillas, dile a tu hijo que calle,
hoy no me siento con fuerzas, no queda papel de water,
no queda papel de water.
No me digas que me quieres,
no queda papel de water.
E Esto es un poema
S de amor masticable.
T Esto es un poema
R de amor bailable.
I Esto es un poema
B de amor recambiable.
I Esto es un poema
L de amor intercambiable.
L Esto es un poema
O de amor retornable
martes, 4 de septiembre de 2007
FE, ESPERANZA Y CHA-CHA-CHÁ
"¿Se puede ser feliz y sujetar al mismo tiempo una nevera?"
Del 3 al 14 de octubre de 2007, en el teatre TANTARANTANA (Carrer de les Flors, nº 22 -Barcelona, 08001- junto al Paralelo).
De miércoles a sábado, a las 21'00 h. Y domingo, a las 19'00 h.
Texto, dirección e interpretación: Rafael Metlikovez y Xavier Theros
Diseño de luces: Juan Carlos Jovellar
Producción: Accidents Polipoètics
Fotos: Consuelo Bautista
Distribución: PAS29
Agradecimientos: Simona Levi-CONSERVAS
Todo el mundo quiere ser feliz. Pero, ¿qué es la felicidad?, ¿y para qué sirve?, ¿dónde se ubica?, ¿cuál es su historia?, ¿cómo funciona y por qué la necesitamos? La felicidad por aquí, la felicidad por allá. Unos se juegan la vida en un cayuco para alcanzarla. Otros, inconscientes de lo que ya tienen, acuden al psiquiatra o al psicólogo –o al masajista, curandero, acupunturista, entrenador personal, sacerdote o guía espiritual- para ser plena, intensa y arrebatadoramente felices. La felicidad como droga, como objeto de consumo. La felicidad ofrecida en sacrificio por toda clase de terapias alternativas, que explotan el poder de la risa, de las flores, de los sonidos o de los colores. ¡A la felicidad por la camomila!
Reflexiones como éstas –y otras más- nutren la nueva conferencia escénica –la cuarta ya- de Accidents Polipoètics, que esta vez propone un estudio pormenorizado sobre el extraño fenómeno de la felicidad. Y en consecuencia, también sobre las leyendas que se han creado entorno al tema, los conocidos manuales de autoayuda. Libros que, junto a los recetarios de cocina y las guías turísticas, son en la actualidad el género literario más vendido en todo el mundo.
Un repaso a los conceptos de autoestima, autoayuda y empatía, destinados a cimentar la civilización del siglo XXI por el expeditivo método de hacer que la vida nos resulte más fácil, más simple y -no nos engañemos- más tonta. La autoestima nos evitará la molestia de amar a otros. La autoayuda nos evitará el compromiso de colaborar con otros. Y la empatía creará la prepotente ilusión de poder ponernos en el lugar de los demás. Planteadas así las cosas, surge una pregunta crucial: ¿Se puede ser feliz y sostener al mismo tiempo una nevera?
X. Theros & R. Metlikovez
Octubre 2007
Del 3 al 14 de octubre de 2007, en el teatre TANTARANTANA (Carrer de les Flors, nº 22 -Barcelona, 08001- junto al Paralelo).
De miércoles a sábado, a las 21'00 h. Y domingo, a las 19'00 h.
Texto, dirección e interpretación: Rafael Metlikovez y Xavier Theros
Diseño de luces: Juan Carlos Jovellar
Producción: Accidents Polipoètics
Fotos: Consuelo Bautista
Distribución: PAS29
Agradecimientos: Simona Levi-CONSERVAS
Todo el mundo quiere ser feliz. Pero, ¿qué es la felicidad?, ¿y para qué sirve?, ¿dónde se ubica?, ¿cuál es su historia?, ¿cómo funciona y por qué la necesitamos? La felicidad por aquí, la felicidad por allá. Unos se juegan la vida en un cayuco para alcanzarla. Otros, inconscientes de lo que ya tienen, acuden al psiquiatra o al psicólogo –o al masajista, curandero, acupunturista, entrenador personal, sacerdote o guía espiritual- para ser plena, intensa y arrebatadoramente felices. La felicidad como droga, como objeto de consumo. La felicidad ofrecida en sacrificio por toda clase de terapias alternativas, que explotan el poder de la risa, de las flores, de los sonidos o de los colores. ¡A la felicidad por la camomila!
Reflexiones como éstas –y otras más- nutren la nueva conferencia escénica –la cuarta ya- de Accidents Polipoètics, que esta vez propone un estudio pormenorizado sobre el extraño fenómeno de la felicidad. Y en consecuencia, también sobre las leyendas que se han creado entorno al tema, los conocidos manuales de autoayuda. Libros que, junto a los recetarios de cocina y las guías turísticas, son en la actualidad el género literario más vendido en todo el mundo.
Un repaso a los conceptos de autoestima, autoayuda y empatía, destinados a cimentar la civilización del siglo XXI por el expeditivo método de hacer que la vida nos resulte más fácil, más simple y -no nos engañemos- más tonta. La autoestima nos evitará la molestia de amar a otros. La autoayuda nos evitará el compromiso de colaborar con otros. Y la empatía creará la prepotente ilusión de poder ponernos en el lugar de los demás. Planteadas así las cosas, surge una pregunta crucial: ¿Se puede ser feliz y sostener al mismo tiempo una nevera?
X. Theros & R. Metlikovez
Octubre 2007
FESTIVAL ROMAPOESIA-2007
El próximo sábado, 8 de septiembre de 2007, tendremos la oportunidad de participar en la décima edición del festival ROMAPOESIA.
In occasione della Notte Bianca: INTERNATIONAL POETRY SLAM. Teatro Palladium – 0re 21,30 - Piazza Bartolomeo Romano, 8. ROMA. Ingresso libero
Emcee: Lello Voce - Partecipanti: Sparajurij Lab (Italia), Dalibor (Germania), Tracy Splinter (Sud Africa), Accidents Polipoetics (Catalonia/Spagna), De WoordDansers (Olanda), Gabriel Vetter (Svizzera), Francesca Beard (UK), Giovanna Marmo (Italia), Kat Francois (UK) e Henry Bowers (Svezia).
In occasione della Notte Bianca: INTERNATIONAL POETRY SLAM. Teatro Palladium – 0re 21,30 - Piazza Bartolomeo Romano, 8. ROMA. Ingresso libero
Emcee: Lello Voce - Partecipanti: Sparajurij Lab (Italia), Dalibor (Germania), Tracy Splinter (Sud Africa), Accidents Polipoetics (Catalonia/Spagna), De WoordDansers (Olanda), Gabriel Vetter (Svizzera), Francesca Beard (UK), Giovanna Marmo (Italia), Kat Francois (UK) e Henry Bowers (Svezia).
Arte y Cultura - “Spoken word”, el Juglar se asocia con el DJ
José Antonio Aunión, EL PAÍS (edición nacional), 04/03/07
Al tipo que hace unos 800 años recorría pueblos y aldeas recitando el Cantar de Mío Cid, probablemente se le resentía el espectáculo el día que se le había olvidado o se le había roto la dulzaina. O cuando estaba un poco decaído y no se movía ni gesticulaba como de costumbre al ritmo de los avatares de las batallas que narraba. Los juglares modernos han cambiado las plazas de los pueblos por bares y teatros, pero siguen aderezando sus historias y poemas. Ahora ya no es la dulzaina, sino bandas de rock, o un DJ, o una grabadora, una proyección en la pared o una de esas cajas que al dársele la vuelta producen un sonido similar al mugido de una vaca. Pero el calor de la literatura oral, cara a cara, a pesar de la dura competencia, sigue llenando, aunque sólo sea a veces, bares y teatros.
Lo ha hecho esta semana el escritor Nick Hornby y la banda Marah. Y el creador del grupo Bauhaus, David J., que acompañado por la música rock o electrónica de DJ Mendoza recitó sus filias -”La belleza nace del caos”-, sus fobias y un alucinógeno viaje por la frontera de EE UU y México. También una formación vocal (ProyectoEle), o los poemas musicalizados de Leopoldo María Panero por Carlos Ann, Bruno Galindo y Mariona Aupí, que contó con la presencia del propio autor. Todos ellos han participado en el Festival Palabra y Música de Sevilla, que cerró ayer un curiosísimo espectáculo del alemán Blixa Bergeld, en el que juega con su voz (a veces también con la del público) deformándola o multiplicándola mediante varios pedales. Con un resultado en ocasiones inquietante y a veces enormemente divertido.
Los promotores del encuentro ponen gran énfasis en la parte musical. Pero dentro del género en el que se engloba la cita, el spoken word, la palabra no siempre va acompañada de música. Se trata de un movimiento que en los años noventa del siglo pasado recogió la tradición de los encuentros literarios orales de la generación beat, también muy influido por las tradiciones musicales y orales afroamericanas.
A condición de que alguien recite, dentro de este movimiento cabe casi de todo, aunque suele acercarse más a la escenificación que a la simple lectura y tener mala leche, a veces con grandes dosis de improvisación o interacción con el público. Sus difusos límites se confunden continuamente con el rap, el hip-hop, la poesía sonora o la polipoesía entre una lista interminable de tendencias. Y la verdad es que se pueden encontrar propuestas muy parecidas dentro de cualquiera de ellas.
En Estados Unidos, grandes artistas como Tom Waits o Patty Smith se han acercado al género, y gran cantidad de discos bajo el cartel de spoken word ocupan las estanterías de las tiendas. Incluso la HBO, una cadena de televisión de pago estadounidense, conocida por la calidad de sus series (Doctor en Alaska, Los Soprano o Sexo en Nueva York), ofrece desde hace ya seis temporadas Def Poetry, un programa que retransmite este tipo de representaciones con actores, músicos, poetas o escritores. Eso sí, se emite los viernes a medianoche.
En España, la idea de spoken word es más bien desconocida. Pero las propuestas que se autodenominan de polipoesía se multiplican a la vez que lo hacen los festivales y los lugares que los acogen. Sin tanto -o ningún- énfasis en lo musical, muchos de estos artistas utilizan cajas de sonido, grabaciones o proyecciones.
Accidents Polipoètics, uno de los referentes en este campo, formado por Rafael Metlikovez y Xavier Theros, utiliza toda clase de objetos, como instrumentos musicales de juguete o bocinas, grandes dosis de humor y teatralidad, como la gestualidad o el juego de dos voces. Cuando hace casi 20 años Theros comenzó a hacer este tipo de espectáculo, eligió el término polipoesía (nacido de un manifiesto de 1987 del italiano Enzo Minarelli que hace hincapié en integrar las nuevas tecnologías en la poesía) porque le interesaba mucho la fusión con el teatro y la idea de “recuperar público para la poesía”, explica. Su trabajo va más allá de escribir, “se trata de preocuparse también de cómo interpretarlo, de encontrar la manera de comunicarse con cualquier clase de publico, incluso con los que no son lectores”.
Y en estas dos décadas, la labor ha tenido sus frutos. Vendieron unas 2.000 copias de su disco Poesía Urbana de Pueblo (1995), y han sustituido el circuito de bares por el de teatros. Al sector tampoco le ha ido mal: “Cuando empezamos, teníamos que pedirle por favor a los dueños de los bares que nos dejaran actuar. Ahora es normal encontrar estos espectáculos y son los dueños los que buscan a los artistas. Y también es normal que la gente salga a ver un recital y a cenar”, asegura Theros.
Algunos de los festivales más importantes son el de Polipoesía de Barcelona (el más antiguo), el ya desaparecido Proposta, también en Barcelona, o el Yuxtaposiciones, en La Casa Encendida de Madrid, que este año se celebrará el 26 y 27 de mayo. El Festival Actual de Logroño también suele acoger polipoesía, y los Accidents Polipoètics estarán el fin de semana que viene en el encuentro de Teatro y Artes Escénicas de Sevilla. Además, el espectáculo de Blixa Bargeld se representa hoy en la Sala Apolo de Barcelona.
Cataluña, Andalucía y Madrid son las comunidades, según Theros, que presentan más movimiento. Xavier Sabater o la micropoetisa Ajo (organizadora de Yuxtaposiciones y coprotagonista de un espectáculo con el músico Mastretta) son algunos de los principales nombres. Pero no dejan de surgir propuestas nuevas, aunque conviene advertir al espectador, por más que parezca evidente, que no todas funcionan. Afortunadamente, muchas sí, como la de los cordobeses Poliposeídas. El humor provocativo o la gestualidad, con poemas grabados que suenan mientras los artistas hacen una especie de mimo, son algunas de sus señas de identidad. Se puede comprobar en la web youtube.com.
Al tipo que hace unos 800 años recorría pueblos y aldeas recitando el Cantar de Mío Cid, probablemente se le resentía el espectáculo el día que se le había olvidado o se le había roto la dulzaina. O cuando estaba un poco decaído y no se movía ni gesticulaba como de costumbre al ritmo de los avatares de las batallas que narraba. Los juglares modernos han cambiado las plazas de los pueblos por bares y teatros, pero siguen aderezando sus historias y poemas. Ahora ya no es la dulzaina, sino bandas de rock, o un DJ, o una grabadora, una proyección en la pared o una de esas cajas que al dársele la vuelta producen un sonido similar al mugido de una vaca. Pero el calor de la literatura oral, cara a cara, a pesar de la dura competencia, sigue llenando, aunque sólo sea a veces, bares y teatros.
Lo ha hecho esta semana el escritor Nick Hornby y la banda Marah. Y el creador del grupo Bauhaus, David J., que acompañado por la música rock o electrónica de DJ Mendoza recitó sus filias -”La belleza nace del caos”-, sus fobias y un alucinógeno viaje por la frontera de EE UU y México. También una formación vocal (ProyectoEle), o los poemas musicalizados de Leopoldo María Panero por Carlos Ann, Bruno Galindo y Mariona Aupí, que contó con la presencia del propio autor. Todos ellos han participado en el Festival Palabra y Música de Sevilla, que cerró ayer un curiosísimo espectáculo del alemán Blixa Bergeld, en el que juega con su voz (a veces también con la del público) deformándola o multiplicándola mediante varios pedales. Con un resultado en ocasiones inquietante y a veces enormemente divertido.
Los promotores del encuentro ponen gran énfasis en la parte musical. Pero dentro del género en el que se engloba la cita, el spoken word, la palabra no siempre va acompañada de música. Se trata de un movimiento que en los años noventa del siglo pasado recogió la tradición de los encuentros literarios orales de la generación beat, también muy influido por las tradiciones musicales y orales afroamericanas.
A condición de que alguien recite, dentro de este movimiento cabe casi de todo, aunque suele acercarse más a la escenificación que a la simple lectura y tener mala leche, a veces con grandes dosis de improvisación o interacción con el público. Sus difusos límites se confunden continuamente con el rap, el hip-hop, la poesía sonora o la polipoesía entre una lista interminable de tendencias. Y la verdad es que se pueden encontrar propuestas muy parecidas dentro de cualquiera de ellas.
En Estados Unidos, grandes artistas como Tom Waits o Patty Smith se han acercado al género, y gran cantidad de discos bajo el cartel de spoken word ocupan las estanterías de las tiendas. Incluso la HBO, una cadena de televisión de pago estadounidense, conocida por la calidad de sus series (Doctor en Alaska, Los Soprano o Sexo en Nueva York), ofrece desde hace ya seis temporadas Def Poetry, un programa que retransmite este tipo de representaciones con actores, músicos, poetas o escritores. Eso sí, se emite los viernes a medianoche.
En España, la idea de spoken word es más bien desconocida. Pero las propuestas que se autodenominan de polipoesía se multiplican a la vez que lo hacen los festivales y los lugares que los acogen. Sin tanto -o ningún- énfasis en lo musical, muchos de estos artistas utilizan cajas de sonido, grabaciones o proyecciones.
Accidents Polipoètics, uno de los referentes en este campo, formado por Rafael Metlikovez y Xavier Theros, utiliza toda clase de objetos, como instrumentos musicales de juguete o bocinas, grandes dosis de humor y teatralidad, como la gestualidad o el juego de dos voces. Cuando hace casi 20 años Theros comenzó a hacer este tipo de espectáculo, eligió el término polipoesía (nacido de un manifiesto de 1987 del italiano Enzo Minarelli que hace hincapié en integrar las nuevas tecnologías en la poesía) porque le interesaba mucho la fusión con el teatro y la idea de “recuperar público para la poesía”, explica. Su trabajo va más allá de escribir, “se trata de preocuparse también de cómo interpretarlo, de encontrar la manera de comunicarse con cualquier clase de publico, incluso con los que no son lectores”.
Y en estas dos décadas, la labor ha tenido sus frutos. Vendieron unas 2.000 copias de su disco Poesía Urbana de Pueblo (1995), y han sustituido el circuito de bares por el de teatros. Al sector tampoco le ha ido mal: “Cuando empezamos, teníamos que pedirle por favor a los dueños de los bares que nos dejaran actuar. Ahora es normal encontrar estos espectáculos y son los dueños los que buscan a los artistas. Y también es normal que la gente salga a ver un recital y a cenar”, asegura Theros.
Algunos de los festivales más importantes son el de Polipoesía de Barcelona (el más antiguo), el ya desaparecido Proposta, también en Barcelona, o el Yuxtaposiciones, en La Casa Encendida de Madrid, que este año se celebrará el 26 y 27 de mayo. El Festival Actual de Logroño también suele acoger polipoesía, y los Accidents Polipoètics estarán el fin de semana que viene en el encuentro de Teatro y Artes Escénicas de Sevilla. Además, el espectáculo de Blixa Bargeld se representa hoy en la Sala Apolo de Barcelona.
Cataluña, Andalucía y Madrid son las comunidades, según Theros, que presentan más movimiento. Xavier Sabater o la micropoetisa Ajo (organizadora de Yuxtaposiciones y coprotagonista de un espectáculo con el músico Mastretta) son algunos de los principales nombres. Pero no dejan de surgir propuestas nuevas, aunque conviene advertir al espectador, por más que parezca evidente, que no todas funcionan. Afortunadamente, muchas sí, como la de los cordobeses Poliposeídas. El humor provocativo o la gestualidad, con poemas grabados que suenan mientras los artistas hacen una especie de mimo, son algunas de sus señas de identidad. Se puede comprobar en la web youtube.com.
"LA PALABRA ROMPE SUS LÍMITES"
Bruno Galindo, LA VANGUARDIA, 18/04/2007.
El género literario y musical revela una nueva oralidad que puede democratizar definitivamente el modo de entender, concebir y transmitir poesía en el siglo XXI.
“Bardo”, “trovador”, “lírico”, “rimador”, “rapsoda”, “juglar”, “escaldo”, “cantor”. Tendrían que estar encañonando al poeta medio contemporáneo con un arma de gran calibre para que este aceptara identificarse con alguno de los sinónimos que le ofrece el programa de textos Microsoft Word. ¿Queda aún alguien que cuente las sílabas, que se preocupe por la consonancia/asonancia de la rima, siquiera por que haya una rima? ¡El poema ya no es lo que era, ni se recita como antes, ni habla necesariamente de lo mismo! Hoy la creación del verso se debate en el dilema de seguir siendo un rubro académico y vehemente o buscar lo sublime en las lindes de lo contemporáneo y lo cotidiano.
Como todas las culturas actuales, la poesía –podría hablarse de literatura en un plano más amplio- participa de una nueva realidad híbrida, una encrucijada en la que todo formato está en entredicho y ninguna posibilidad queda excluida. En la interpretación de esta nueva expresión es recurrente la utilización de artes tecnológicas y audiovisuales, de bandas sonoras electrónicas y ambientales, de recursos escénicos tradicionales de la performance, del software. O nada de ello: los versos desnudos, pero rítmicamente liberados. Ni todo esto es nuevo ni está claro que precise ser definido en el territorio impreciso de una palabra-género. Pero por algún motivo hoy vuelve a hablarse de una idea nacida hace medio siglo. Algo que se traduce simplemente como la palabra hablada.
Spoken word refiere una voz que habla y cuenta algo. Existe o no el componente musical. ¿Qué diferencia hay entre eso y un recitado ortodoxo? En rigor, nada. ¿Entonces? Ese algo más pasa por la recuperación de la oralidad del texto pero con una total libertad formal y rítmica. Ese fue, al menos, el espíritu con el que los beatniks formularon su reivindicación. El primero fue Allen Ginsberg, en la legendaria lectura de su poemario Howl (Aullido) en la Six Gallerie de San Francisco, hace ya 52 años; de ahí en adelante Kerouac, Burroughs, Giorno –con sus reseñados laboratorios Dial-a-Poem y Giorno Poetry Systems-, Gyson, Ferlinghetti, Corso, McClure… Un repaso histórico obliga a estudiar a talentos de la Afroamérica y la diáspora negra del último tercio del siglo XX como Last Poets, Mutabaruka, Linton Kwesi Johnson, Gil Scott-Heron o Chuck D, y a los miembros del Black Arts Movement –fundado por el también beat Amiri Baraka-: púgiles del verso como Nikki Giovanni, Sonia Sanchez, Haki R. Madhubuti. Ahí la palabra se alía con el jazz o el funk, o configura el dub poetry en su encarnación más netamente jamaicana. No se puede olvidar, en otra tradición y en otro continente, el poco frecuente pero posible influjo en el spoken word de las vanguardias europeas: consten pues el trabajo del cosmovisionario John Cage (el texto al borde de la desemantización en speeches-partitura como 45’ for a speaker, de 1954, o sus conferencias polifónicas en los 60 o, ya en los 70s, de esos ideogramas semilegibles que llamó Mesostics) o el suicida genial Bernd A. Zimmerman, que en un disco de 1970 produjo un lienzo crudo y ambiental que llamó Requiem für einen jungen dichter (Requiem para un joven poeta). Ahí había una orquesta, dos actores, voces de soprano y barítono, tres coros, un combo jazzístico, un órgano y un collage de pistas vocales de Mao, Churchill, Stalin, Alexander Dubcek, Juan XXIII, Albert Camus, Ludwig Wittgenstein, Ezra Pound, Joyce, Vladimir Maiakovski, Wagner y los Beatles. Samples antes de la era del sample, ulterior inspiración para textjockeys.
Xavier Theros y Rafael Metlikovez (Accidents Polipoètics), junto a Juan Carlos Jovellar, Anki Toner y Javier Piñango, frente a La Casa Encendida (Madrid).
Para que el repaso fuese riguroso sería obligado situar aquello de lo que estamos hablando en el marco de la oralidad, lo que llevaría al origen del homo sapiens. Pero no hay tiempo ni espacio para tanta antropología. Quedémonos en expresiones primigenias de la literatura oral como las payadas latinoamericanas (territorio del Martín Fierro, texto del relieve de un Quijote criollo), el repentismo (peleas verbales de ingenio e improvisación en el paupérrimo y ultramístico nordeste brasileño, y en otras regiones iberoamericanas), los griots africanos (cuento y recuento de historias, quintaesencia de la oralidad africana encarnada en la sabia senectud), los dozens (rimaderos subidos de tono entre esclavos en la América esclavista). E incluso, y sobre todo, más reciente, el hip hop, que comparte con el spoken word el fundamento de estar escrito para ser escuchado más que leído. ¿No es notable que los raperos hayan reclamado para sí una palabra devaluadísima en el mundo pop, acaso la única que el sistema aún no ha devorado, “poesía”? Incluso en España ha ocurrido; baste con escuchar durante un rato a formaciones como Violadores del Verso. Respecto a Estados Unidos, ya hace tiempo que el sello más puntero del mercado rentabiliza su división Def Poetry Jam, que el lado más político está encarnado en los paladines del colectivo Anticon, y que las competiciones de slam están a la orden del día vía MTV y otros circuitos masivos.
Este sería el lugar, más bien, de aventurar por qué el spoken word vuelve a tener importancia, si realmente contribuye a contemporaneizar esa actividad vocacional a la que faltan sinónimos. Existe algo que puede llamarse cine actual. Existe un amplio abanico de músicas que definen nuestro tiempo. Hay un arte plástico de hoy. Y una arquitectura. Pero, ¿cuál es la poesía contemporánea? Gonzalo Escarpa (Madrid, 1977) tiene una opinión acreditada por la experiencia de trabajar de día con instituciones oficiales (Fundación José Hierro) y de noche en el subsuelo (dirige el Centro de Difusión Poética Circo de Pulgas, en el madrileño barrio de Lavapiés). “Vamos al revés que la Historia del Arte: primero el barroco, luego el siglo de oro y luego la Edad Media. Ahora vivimos una etapa manierista, que no es más que un retroceso disfrazado de avance. La poesía se ha quedado en el XVIII. Igual ahora entroncamos con lo primitivo. En todo caso hay dos centros de subversión muy claros. Barcelona es más culturalista, la tierra del debate; veo allí una exploración de los límites. Madrid es más rococó, de peluca blanca y rape: la ceremonia del ego”, cuenta. Escarpa, licenciado en filología hispánica, ve que “de noche” -digámoslo así- “hay más gente renovando que continuando. Líneas de acción en las que todo entra colateralmente. Convivencia entre diferentes generaciones y una combinación espléndida entre teoría y práctica. Lo que hacemos no es extraño. ¿Experimental? La palabra ya no sirve. Ni posmoderno. Hablar de vanguardias es muy antiguo a estas alturas. O creamos nuevos términos o inventamos un sistema lingüístico que nos sirva”. Podríamos ubicar en esa búsqueda a un buen número de buscadores de aquí y allá: Julio Reija (poeta y dibujante), Rodolfo Franco (diseñador gráfico y poeta brasileño afincado en Mérida), Javier Montero (su creación La Oveja Negra sintetiza radio-arte, experimentación sonora y performance), Pablo Cobollo (humor de brillo surrealista, lector de textículos que acompaña de cortometrajes), Justo Bagüeste (instrumentista que ha grabado discos enteros con poetas), El Circo de la Palabra Itinerante (colectivo poético-musical de Sevilla), Puritani (poeta zaragozano emergente)...
Rescatemos la última idea, pues de eso se trata: de la articulación de una nueva topografía lingüística. El spoken word forma parte importante de la nueva manera de verbalizar la palabra, pero no tiene la exclusiva. Cada creador reclama un territorio propio que a veces se identifica más con órbitas como poesía sonora, poesía fonética o performance poética. O polipoesía, la última gran influencia del siglo XX, acaso el otro gran rubro en el que se agrupan las experimentaciones con la palabra. Este movimiento fundado por el italiano Enzo Minarello en 1983 (a partir de la publicación de su ensayo Polipoesía, dalla lectura alla performance di poesia sonora) cuenta con gran militancia, y propone una poesía múltiple asociada a múltiples posibilidades disciplinares y formales. ¿Ismos? Buena parte de sus abanderados participaron de la experimentación radical -fonética, sintáctica, semánticamente- a partir de la palabra: surrealismo, dadá, Merz, la audiopoesía de Henri Chopin, la optofonética de Raoul Hausmann, la rima epistáltica del italiano Mimmo Rotella… En España siempre existirá la deuda con el grupo Zaj, reverberación cagiana eventualmente ligada a Fluxus, que capitaneó el gran heterodoxo Juan Hidalgo. Aquí la polipoesía prendió rápidamente. De hecho, el Manifiesto Polipoético de Minarello se difundió desde Valencia en 1987.
Accidents Polipoètics (Madrid, 1995)
Otros pioneros, Xavier Sabater (Barcelona, 1953) y Xavier Theros (Barcelona, 1963): fundaron en 1989 el primer grupo polipoético de la península, Poliphonetica Dinámica. Dos años después, Theros y Rafael Metlikovez, crearon el ya mítico dúo Accidents Polipoètics. La lista de la gente clave no debería omitir nombres como los de Josep Ramón Roig o Bartolomé Ferrando. Carles Hac Mor y Esther Xarday, exploradores de los límites del lenguaje a través del silencio. Y otros poetas sonoros e conceptuales como Víctor Sunyol, Benet Rossell, Jesús Lizano. En este marco figuran Enric Cassasses (autor de espléndidos discos, recientemente en compañía de Pascal Comelade) o Victor Nubla. En los últimos años han seguido apareciendo propuestas como la de la micropoetisa Ajo –cabeza junto a Javier Piñango del fundamental Experimentaclub-, en armónica alianza con Nacho Mastretta. Recién aparecidas son las Poliposeídas, cordobesas.
Conviene no olvidar que el spoken word y la polipoesía vienen de tradiciones e incluso continentes diferentes. Eduard Escoffet (Barcelona, 1979), poeta sonoro y agitador cultural en proyectos tan relevantes como los festivales Proposta (que dirigió desde 2000 al 2004) e Intervocálica (organizado por Experimentaclub), apuesta por el territorio polipoético, que “tiene tanta vigencia como se quiera” e “intenta hacer una síntesis, una escritura múltiple y consecuente con los tiempos actuales que vaya más allá de la simple ruptura o de la escuela encerrada”. Escoffet, entre cuyas reivindicaciones está la de no publicar libros, opina que “últimamente se habla demasiado de spoken word, sin saber mucho de donde viene, y con confusiones varias (que también atañen a la polipoesía y la poesía). Se abusa mucho de cantantes de rock americanos que leen poemas, lo que puede ser absolutamente aburrido y falto de interés”. Silvia Grijalba, periodista y directora del festival sevillano Palabra y Música –ha traído a Nick Hornby, Jello Biafra, Lydia Lunch, Leopoldo M. Panero- apoya la teoría de la confusión y dedica más tiempo del que desearía a explicar las diferencias. “El spoken tiene un carácter teatral y eminentemente contracultural frente a lo más digamos estetiticista y simplemente poético (que es mucho, pero es otra cosa) de otros géneros de poesía mezclada con otros asuntos”, dice la que acaso sea la mayor promotora de actividades relacionadas con el género que ocupa estas páginas a nivel peninsular.
Ciertamente el spoken word es un cajón de sastre. He aquí un territorio cada vez más amplio en el que anidan viejos punks metidos a crooners de la palabra (Richard Hell, Henry Rollins, Jello Biafra); esotéricos y nuevos alquimistas (Terence McKenna, Jodorowski); conferenciantes antiglobalización (Noam Chomsky); comediantes (lean el artículo de Kiko Amat en estas mismas páginas), estrellas de la literatura al servicio del rock (Hornby –junto a su banda amiga, Marah-, Alessandro Baricco –que grabó un disco con Air-, Ray Loriga –protagonista de lecturas junto a miembros de Sonic Youth- Michel Houellebecq, con su propio proyecto electrónico) y eventualmente músicos que hacen la corte a los escritores (bien lo sabe la familia Auster, o el difunto Burroughs). Hasta los políticos se divierten jugando a grabar sus discos: Bill Clinton atesora un par de Grammys en la categoría spoken word, que existe desde los años 60, y su esposa Hillary se disputó en la última edición otra estatuilla con el senador Obama Barack. Bien pensado, y visto el formato de su película sobre el cambio climático, ¿no ha inaugurado Al Gore, estrella del spoken word en el celuloide, un nuevo formato, una nueva modalidad de conferencia pop?
Fuera bromas, se ha partido de la generalización poética para abordar el tema que nos ocupa, pero ya se ha visto que el spoken word se extiende a todo terreno narrativo. Su campo de acción no está necesariamente reducido a la poesía, lo que sirve para pulverizar las diferencias con los polipoetas. El spoken word rompe la tradición literaria eurocentrista. Es un género literario y musical, parajódicamente ajeno al mundo editorial y salvo contadas excepciones (El Europeo, sello decano de discolibros dirigido por Borja Casani, es una de ellas), ajeno al mundo discográfico. ¿Qué podría aprender el mercado literario de todo esto? De semejante desencuentro salen originales ideas. El brillante novelista mexicano Mario Bellatín gusta de realizar –lo hizo hace poco en el festival Poesía en Voz Alta, en México DF-, lecturas de su libro Perros héroes. En el escenario le acompañan las proyecciones de fotos inspiradas en su libro y realizadas por él mismo… y también le acompaña una fiera jauría de perros de verdad y de la raza de morder. ¡El audiolibro tridimensionalizado! La constatación –una más- de que palabra rebasa el texto.
Uno de los primeros festivales que amplifica claramente esta amplia noción de literatura -palabra oral, palabra impresa, palabra electrónica- es el barcelonés Kosmópolis. “En el fondo” habla su responsable, Juan Insúa, también director de actividades del CCCB, “no creo que se trate de grandes colisiones, sino de una sugestiva interfecundación y mestizaje, con una serie de crisis de géneros y formatos que inauguran un horizonte inédito”. Opina que “los buenos exponentes de spoken Word -como Saul Williams- han logrado una singular revitalización de la dicción poética, aunque autores como Harold Bloom consideren que el slam poetry es ‘la muerte de la poesía’. A veces, una letra de rap o spoken word puede expresar con mas potencia la actual situación de los jóvenes que algunos jóvenes poetas anclados en un lirismo anómico”. Insúa, que ha juntado en Kosmópolis a personajes tan variopintos como Arnaldo Antunes, Cees Nooteboom o Carlos Fuentes, puntualiza: “También es cierto que un adecuado conocimiento de la tradición poética -al menos del siglo XX- serviría a slammers, raperos y algunos exponentes de spoken word a enriquecer su arte”.
Tal vez se edita más poesía que nunca. Existe un boom que, no obstante, cuesta argumentar sin la autoridad que da la estadística. Nadie lleva la cuenta de los miles de poemarios que aparecen cada año en minúsculas tiradas (nueva facilidad que proporcionan las imprentas digitales), ni existe un censo con las decenas de pequeñas editoriales que trabajan casi en el anonimato, y que frente al mito de las listas de espera de años de las grandes editoriales del sector presentan sus libros en bares y centros alternativos lejanos a la naftalina de muchos Ateneos. Los agentes literarios gestionan la actividad narrativa de sus autores, pero les invitan a que se encarguen ellos mismos de la poesía: no les compensa, no es negocio. No: no hay circuito. No hay crítica. Aparentemente no hay público. Sin embargo la seducción de una voz poética más conversacional revela un poder creciente: comienza a haber talleres, secciones en los festivales, más convocatorias. El spoken word existe como una realidad poética y literaria paralela, como una radio libre que no respeta ni una de las reglas percibidas como “poesía” por el “gran público”. ¿Está todo el mundo equivocado? Tal vez sí. “Llegará el día”, opina Escarpa, “en que todo esto que estamos haciendo se estudiará como se estudia a Garcilaso”. Tal vez sea mucho decir. Al menos es cierto que Allen Ginsberg, marginal total hasta hace pocos años, hoy está en el temario de todas las universidades americanas.
El género literario y musical revela una nueva oralidad que puede democratizar definitivamente el modo de entender, concebir y transmitir poesía en el siglo XXI.
“Bardo”, “trovador”, “lírico”, “rimador”, “rapsoda”, “juglar”, “escaldo”, “cantor”. Tendrían que estar encañonando al poeta medio contemporáneo con un arma de gran calibre para que este aceptara identificarse con alguno de los sinónimos que le ofrece el programa de textos Microsoft Word. ¿Queda aún alguien que cuente las sílabas, que se preocupe por la consonancia/asonancia de la rima, siquiera por que haya una rima? ¡El poema ya no es lo que era, ni se recita como antes, ni habla necesariamente de lo mismo! Hoy la creación del verso se debate en el dilema de seguir siendo un rubro académico y vehemente o buscar lo sublime en las lindes de lo contemporáneo y lo cotidiano.
Como todas las culturas actuales, la poesía –podría hablarse de literatura en un plano más amplio- participa de una nueva realidad híbrida, una encrucijada en la que todo formato está en entredicho y ninguna posibilidad queda excluida. En la interpretación de esta nueva expresión es recurrente la utilización de artes tecnológicas y audiovisuales, de bandas sonoras electrónicas y ambientales, de recursos escénicos tradicionales de la performance, del software. O nada de ello: los versos desnudos, pero rítmicamente liberados. Ni todo esto es nuevo ni está claro que precise ser definido en el territorio impreciso de una palabra-género. Pero por algún motivo hoy vuelve a hablarse de una idea nacida hace medio siglo. Algo que se traduce simplemente como la palabra hablada.
Spoken word refiere una voz que habla y cuenta algo. Existe o no el componente musical. ¿Qué diferencia hay entre eso y un recitado ortodoxo? En rigor, nada. ¿Entonces? Ese algo más pasa por la recuperación de la oralidad del texto pero con una total libertad formal y rítmica. Ese fue, al menos, el espíritu con el que los beatniks formularon su reivindicación. El primero fue Allen Ginsberg, en la legendaria lectura de su poemario Howl (Aullido) en la Six Gallerie de San Francisco, hace ya 52 años; de ahí en adelante Kerouac, Burroughs, Giorno –con sus reseñados laboratorios Dial-a-Poem y Giorno Poetry Systems-, Gyson, Ferlinghetti, Corso, McClure… Un repaso histórico obliga a estudiar a talentos de la Afroamérica y la diáspora negra del último tercio del siglo XX como Last Poets, Mutabaruka, Linton Kwesi Johnson, Gil Scott-Heron o Chuck D, y a los miembros del Black Arts Movement –fundado por el también beat Amiri Baraka-: púgiles del verso como Nikki Giovanni, Sonia Sanchez, Haki R. Madhubuti. Ahí la palabra se alía con el jazz o el funk, o configura el dub poetry en su encarnación más netamente jamaicana. No se puede olvidar, en otra tradición y en otro continente, el poco frecuente pero posible influjo en el spoken word de las vanguardias europeas: consten pues el trabajo del cosmovisionario John Cage (el texto al borde de la desemantización en speeches-partitura como 45’ for a speaker, de 1954, o sus conferencias polifónicas en los 60 o, ya en los 70s, de esos ideogramas semilegibles que llamó Mesostics) o el suicida genial Bernd A. Zimmerman, que en un disco de 1970 produjo un lienzo crudo y ambiental que llamó Requiem für einen jungen dichter (Requiem para un joven poeta). Ahí había una orquesta, dos actores, voces de soprano y barítono, tres coros, un combo jazzístico, un órgano y un collage de pistas vocales de Mao, Churchill, Stalin, Alexander Dubcek, Juan XXIII, Albert Camus, Ludwig Wittgenstein, Ezra Pound, Joyce, Vladimir Maiakovski, Wagner y los Beatles. Samples antes de la era del sample, ulterior inspiración para textjockeys.
Xavier Theros y Rafael Metlikovez (Accidents Polipoètics), junto a Juan Carlos Jovellar, Anki Toner y Javier Piñango, frente a La Casa Encendida (Madrid).
Para que el repaso fuese riguroso sería obligado situar aquello de lo que estamos hablando en el marco de la oralidad, lo que llevaría al origen del homo sapiens. Pero no hay tiempo ni espacio para tanta antropología. Quedémonos en expresiones primigenias de la literatura oral como las payadas latinoamericanas (territorio del Martín Fierro, texto del relieve de un Quijote criollo), el repentismo (peleas verbales de ingenio e improvisación en el paupérrimo y ultramístico nordeste brasileño, y en otras regiones iberoamericanas), los griots africanos (cuento y recuento de historias, quintaesencia de la oralidad africana encarnada en la sabia senectud), los dozens (rimaderos subidos de tono entre esclavos en la América esclavista). E incluso, y sobre todo, más reciente, el hip hop, que comparte con el spoken word el fundamento de estar escrito para ser escuchado más que leído. ¿No es notable que los raperos hayan reclamado para sí una palabra devaluadísima en el mundo pop, acaso la única que el sistema aún no ha devorado, “poesía”? Incluso en España ha ocurrido; baste con escuchar durante un rato a formaciones como Violadores del Verso. Respecto a Estados Unidos, ya hace tiempo que el sello más puntero del mercado rentabiliza su división Def Poetry Jam, que el lado más político está encarnado en los paladines del colectivo Anticon, y que las competiciones de slam están a la orden del día vía MTV y otros circuitos masivos.
Este sería el lugar, más bien, de aventurar por qué el spoken word vuelve a tener importancia, si realmente contribuye a contemporaneizar esa actividad vocacional a la que faltan sinónimos. Existe algo que puede llamarse cine actual. Existe un amplio abanico de músicas que definen nuestro tiempo. Hay un arte plástico de hoy. Y una arquitectura. Pero, ¿cuál es la poesía contemporánea? Gonzalo Escarpa (Madrid, 1977) tiene una opinión acreditada por la experiencia de trabajar de día con instituciones oficiales (Fundación José Hierro) y de noche en el subsuelo (dirige el Centro de Difusión Poética Circo de Pulgas, en el madrileño barrio de Lavapiés). “Vamos al revés que la Historia del Arte: primero el barroco, luego el siglo de oro y luego la Edad Media. Ahora vivimos una etapa manierista, que no es más que un retroceso disfrazado de avance. La poesía se ha quedado en el XVIII. Igual ahora entroncamos con lo primitivo. En todo caso hay dos centros de subversión muy claros. Barcelona es más culturalista, la tierra del debate; veo allí una exploración de los límites. Madrid es más rococó, de peluca blanca y rape: la ceremonia del ego”, cuenta. Escarpa, licenciado en filología hispánica, ve que “de noche” -digámoslo así- “hay más gente renovando que continuando. Líneas de acción en las que todo entra colateralmente. Convivencia entre diferentes generaciones y una combinación espléndida entre teoría y práctica. Lo que hacemos no es extraño. ¿Experimental? La palabra ya no sirve. Ni posmoderno. Hablar de vanguardias es muy antiguo a estas alturas. O creamos nuevos términos o inventamos un sistema lingüístico que nos sirva”. Podríamos ubicar en esa búsqueda a un buen número de buscadores de aquí y allá: Julio Reija (poeta y dibujante), Rodolfo Franco (diseñador gráfico y poeta brasileño afincado en Mérida), Javier Montero (su creación La Oveja Negra sintetiza radio-arte, experimentación sonora y performance), Pablo Cobollo (humor de brillo surrealista, lector de textículos que acompaña de cortometrajes), Justo Bagüeste (instrumentista que ha grabado discos enteros con poetas), El Circo de la Palabra Itinerante (colectivo poético-musical de Sevilla), Puritani (poeta zaragozano emergente)...
Rescatemos la última idea, pues de eso se trata: de la articulación de una nueva topografía lingüística. El spoken word forma parte importante de la nueva manera de verbalizar la palabra, pero no tiene la exclusiva. Cada creador reclama un territorio propio que a veces se identifica más con órbitas como poesía sonora, poesía fonética o performance poética. O polipoesía, la última gran influencia del siglo XX, acaso el otro gran rubro en el que se agrupan las experimentaciones con la palabra. Este movimiento fundado por el italiano Enzo Minarello en 1983 (a partir de la publicación de su ensayo Polipoesía, dalla lectura alla performance di poesia sonora) cuenta con gran militancia, y propone una poesía múltiple asociada a múltiples posibilidades disciplinares y formales. ¿Ismos? Buena parte de sus abanderados participaron de la experimentación radical -fonética, sintáctica, semánticamente- a partir de la palabra: surrealismo, dadá, Merz, la audiopoesía de Henri Chopin, la optofonética de Raoul Hausmann, la rima epistáltica del italiano Mimmo Rotella… En España siempre existirá la deuda con el grupo Zaj, reverberación cagiana eventualmente ligada a Fluxus, que capitaneó el gran heterodoxo Juan Hidalgo. Aquí la polipoesía prendió rápidamente. De hecho, el Manifiesto Polipoético de Minarello se difundió desde Valencia en 1987.
Accidents Polipoètics (Madrid, 1995)
Otros pioneros, Xavier Sabater (Barcelona, 1953) y Xavier Theros (Barcelona, 1963): fundaron en 1989 el primer grupo polipoético de la península, Poliphonetica Dinámica. Dos años después, Theros y Rafael Metlikovez, crearon el ya mítico dúo Accidents Polipoètics. La lista de la gente clave no debería omitir nombres como los de Josep Ramón Roig o Bartolomé Ferrando. Carles Hac Mor y Esther Xarday, exploradores de los límites del lenguaje a través del silencio. Y otros poetas sonoros e conceptuales como Víctor Sunyol, Benet Rossell, Jesús Lizano. En este marco figuran Enric Cassasses (autor de espléndidos discos, recientemente en compañía de Pascal Comelade) o Victor Nubla. En los últimos años han seguido apareciendo propuestas como la de la micropoetisa Ajo –cabeza junto a Javier Piñango del fundamental Experimentaclub-, en armónica alianza con Nacho Mastretta. Recién aparecidas son las Poliposeídas, cordobesas.
Conviene no olvidar que el spoken word y la polipoesía vienen de tradiciones e incluso continentes diferentes. Eduard Escoffet (Barcelona, 1979), poeta sonoro y agitador cultural en proyectos tan relevantes como los festivales Proposta (que dirigió desde 2000 al 2004) e Intervocálica (organizado por Experimentaclub), apuesta por el territorio polipoético, que “tiene tanta vigencia como se quiera” e “intenta hacer una síntesis, una escritura múltiple y consecuente con los tiempos actuales que vaya más allá de la simple ruptura o de la escuela encerrada”. Escoffet, entre cuyas reivindicaciones está la de no publicar libros, opina que “últimamente se habla demasiado de spoken word, sin saber mucho de donde viene, y con confusiones varias (que también atañen a la polipoesía y la poesía). Se abusa mucho de cantantes de rock americanos que leen poemas, lo que puede ser absolutamente aburrido y falto de interés”. Silvia Grijalba, periodista y directora del festival sevillano Palabra y Música –ha traído a Nick Hornby, Jello Biafra, Lydia Lunch, Leopoldo M. Panero- apoya la teoría de la confusión y dedica más tiempo del que desearía a explicar las diferencias. “El spoken tiene un carácter teatral y eminentemente contracultural frente a lo más digamos estetiticista y simplemente poético (que es mucho, pero es otra cosa) de otros géneros de poesía mezclada con otros asuntos”, dice la que acaso sea la mayor promotora de actividades relacionadas con el género que ocupa estas páginas a nivel peninsular.
Ciertamente el spoken word es un cajón de sastre. He aquí un territorio cada vez más amplio en el que anidan viejos punks metidos a crooners de la palabra (Richard Hell, Henry Rollins, Jello Biafra); esotéricos y nuevos alquimistas (Terence McKenna, Jodorowski); conferenciantes antiglobalización (Noam Chomsky); comediantes (lean el artículo de Kiko Amat en estas mismas páginas), estrellas de la literatura al servicio del rock (Hornby –junto a su banda amiga, Marah-, Alessandro Baricco –que grabó un disco con Air-, Ray Loriga –protagonista de lecturas junto a miembros de Sonic Youth- Michel Houellebecq, con su propio proyecto electrónico) y eventualmente músicos que hacen la corte a los escritores (bien lo sabe la familia Auster, o el difunto Burroughs). Hasta los políticos se divierten jugando a grabar sus discos: Bill Clinton atesora un par de Grammys en la categoría spoken word, que existe desde los años 60, y su esposa Hillary se disputó en la última edición otra estatuilla con el senador Obama Barack. Bien pensado, y visto el formato de su película sobre el cambio climático, ¿no ha inaugurado Al Gore, estrella del spoken word en el celuloide, un nuevo formato, una nueva modalidad de conferencia pop?
Fuera bromas, se ha partido de la generalización poética para abordar el tema que nos ocupa, pero ya se ha visto que el spoken word se extiende a todo terreno narrativo. Su campo de acción no está necesariamente reducido a la poesía, lo que sirve para pulverizar las diferencias con los polipoetas. El spoken word rompe la tradición literaria eurocentrista. Es un género literario y musical, parajódicamente ajeno al mundo editorial y salvo contadas excepciones (El Europeo, sello decano de discolibros dirigido por Borja Casani, es una de ellas), ajeno al mundo discográfico. ¿Qué podría aprender el mercado literario de todo esto? De semejante desencuentro salen originales ideas. El brillante novelista mexicano Mario Bellatín gusta de realizar –lo hizo hace poco en el festival Poesía en Voz Alta, en México DF-, lecturas de su libro Perros héroes. En el escenario le acompañan las proyecciones de fotos inspiradas en su libro y realizadas por él mismo… y también le acompaña una fiera jauría de perros de verdad y de la raza de morder. ¡El audiolibro tridimensionalizado! La constatación –una más- de que palabra rebasa el texto.
Uno de los primeros festivales que amplifica claramente esta amplia noción de literatura -palabra oral, palabra impresa, palabra electrónica- es el barcelonés Kosmópolis. “En el fondo” habla su responsable, Juan Insúa, también director de actividades del CCCB, “no creo que se trate de grandes colisiones, sino de una sugestiva interfecundación y mestizaje, con una serie de crisis de géneros y formatos que inauguran un horizonte inédito”. Opina que “los buenos exponentes de spoken Word -como Saul Williams- han logrado una singular revitalización de la dicción poética, aunque autores como Harold Bloom consideren que el slam poetry es ‘la muerte de la poesía’. A veces, una letra de rap o spoken word puede expresar con mas potencia la actual situación de los jóvenes que algunos jóvenes poetas anclados en un lirismo anómico”. Insúa, que ha juntado en Kosmópolis a personajes tan variopintos como Arnaldo Antunes, Cees Nooteboom o Carlos Fuentes, puntualiza: “También es cierto que un adecuado conocimiento de la tradición poética -al menos del siglo XX- serviría a slammers, raperos y algunos exponentes de spoken word a enriquecer su arte”.
Tal vez se edita más poesía que nunca. Existe un boom que, no obstante, cuesta argumentar sin la autoridad que da la estadística. Nadie lleva la cuenta de los miles de poemarios que aparecen cada año en minúsculas tiradas (nueva facilidad que proporcionan las imprentas digitales), ni existe un censo con las decenas de pequeñas editoriales que trabajan casi en el anonimato, y que frente al mito de las listas de espera de años de las grandes editoriales del sector presentan sus libros en bares y centros alternativos lejanos a la naftalina de muchos Ateneos. Los agentes literarios gestionan la actividad narrativa de sus autores, pero les invitan a que se encarguen ellos mismos de la poesía: no les compensa, no es negocio. No: no hay circuito. No hay crítica. Aparentemente no hay público. Sin embargo la seducción de una voz poética más conversacional revela un poder creciente: comienza a haber talleres, secciones en los festivales, más convocatorias. El spoken word existe como una realidad poética y literaria paralela, como una radio libre que no respeta ni una de las reglas percibidas como “poesía” por el “gran público”. ¿Está todo el mundo equivocado? Tal vez sí. “Llegará el día”, opina Escarpa, “en que todo esto que estamos haciendo se estudiará como se estudia a Garcilaso”. Tal vez sea mucho decir. Al menos es cierto que Allen Ginsberg, marginal total hasta hace pocos años, hoy está en el temario de todas las universidades americanas.
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